Bienvenidos a este blog del memorioso

Este no es un blog individualista. Mi idea es tener un espacio en donde la gente también me cuente sus historias. Así que el objetivo es que me las envíen a chechu11y6@yahoo.com.ar y poder elegir y modificarlas tal vez con un tono más humorístico aunque las historias sean turbias, y poder publicárselas aquí. En caso de querer enviarla me gustaría que me informaran si prefieren el anonimato o que agregue sus nombres. En caso de que la historia tenga el humor que me gustaría para este blog, será publicada sin modificación. Espero que puedan exorcizar un poco esas historias densas con el humor de por medio. Saludos y bienvenidos.

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jueves, 24 de septiembre de 2020

Redes, yo creo, mil preguntas y la muerte de la duda - Si bien no continúa la temática de endilgarle a una persona la ruina de nuestras vidas, después de pasados 9 años de la creación de este blog ya es hora de que esa suerte corra para las redes sociales, ese monstruo agazapado que nos espía.

 

Redes, yo creo, mil preguntas y la muerte de la duda.

Ayer vi un documental híbrido con drama, dice la presentación, “El dilema de las redes sociales”. Cuando terminó me disparó la necesidad de escribir cosas que en algún momento he pensado, y algunas preguntas nuevas.

Recuerdo haber sentido algo raro durante las primeras fiestas en familia que fueron diferentes a las anteriores, ni siquiera recuerdo en qué año fue, cuando después de las doce, una vez chocadas las copas las caras y la atención estuvieron puestas en un solo lugar, el celular. Nadie más emitió palabra, excepto los más grandes, que no se llevaban con las nuevas tecnologías, claro, en un principio.

Si bien accedí al uso de los celulares con agrado, algunas situaciones me chocaban, y también pensaba que esto ya iba a ser así para siempre. Bien puede ser que esto ya sea así, lo que no me impide para nada expresar algunas consideraciones al respecto. Y no como quien ve el problema afuera, asumo que estoy dentro, tanto es así que vengo a escribir estas líneas con el celular apoyado en el escritorio, tal vez alguien quiera comunicarse conmigo…

Debo reconocer la comodidad que me genera la herramienta que te conecta con las personas y sus sensaciones, necesidades, sentimientos en forma instantánea. Personas cercanas o lejanas, no importa, la inmediatez se produce en los mismos tiempos, ya. Lo mismo sucede con la respuesta inmediata en la búsqueda de información.

Un sinfín de cualidades permite que estas herramientas sean lo que hoy son. Pero, creo que es necesario pensar en los defectos y hacer mea culpa en cuanto a su utilización.

El documental se ha enfocado en la forma de manipulación de las redes sobre las personas y el cambio que esta manipulación exitosa ha generado. No hay una conclusión de cuál será el resultado final o si este es el resultado final, porque claramente nadie sabe dónde está el fin de estas consecuencias. Se indican algunos peligros, entre ellos la afectación a la democracia y a la relación entre las personas. Hay algunos consejos para mitigar el bombardeo virtual y la adicción al dispositivo. Y en un momento se habla de llegar a un acuerdo en “cuál es la verdad”. Vaya meta difícil de lograr.

El celular se ha incorporado a la vida diaria como si fuera parte de nuestro cuerpo, una extensión, una adicción permitida, admitida, receptada y aceptada como quien acepta la lluvia, y ahora nuestra realidad lo incluye casi inexorablemente.

Hemos experimentado cambios en la respuesta a estímulos externos. Por ejemplo, antes nos molestaba que interrumpieran nuestro tiempo en nuestras casas para llamarnos y ofrecernos cosas, tanto malestar generó que hasta existe una línea en donde se puede llamar y pedir la prohibición de esta llamada. Sin embargo no encontramos ninguna objeción en ver que si buscamos algo para comprar en una aplicación de compras, luego, cuando vamos a chequear nuestros mails nos aparezca de la nada lo que estuvimos viendo y ofertas similares. Y en todo caso, si tenemos objeciones al respecto no hay donde pedir que esta intromisión cese.

Es lo más parecido si no es concretamente el acto de espiarnos. Y no lo tomamos a mal, es más por ahí hasta nos viene bien la nueva oferta.

Qué es lo que hace que esto no nos moleste? Y si nos molesta ¿por qué esa pasividad y esa resignación? Qué se hace? No sé.

También se generaron cambios en relación a nuestro ego, ello, tal vez, y sólo tal vez, debido a dificultades para lidiar con el éxito. Estoy relacionando esto con esa pregunta que se le suele hacer a quien ha adquirido fama, notoriedad, de cómo ha logrado que su popularidad no se le suba a la cabeza, en tanto obstáculo inherente al éxito que debe sortearse para tener el comportamiento de un ser humano común.

Y por qué lo relaciono? Porque nos hemos convertido en estrellas. Ya lo que hacemos no es parte de nuestra vida y de nuestro sentir solamente, también incluye a la mirada de los otros, y a gran escala.

Ese artista, políticx, periodista, músicx (incluyan, caben todas) frustradx que hemos sido, admirando a esas estrellas conocidas y aceptadas por todxs ya ha muerto, para dar paso al ser famosx que llevamos dentro. Ahora cocino y no sólo como algo rico, también transmito al resto que estoy comiendo algo rico y mis logros culinarios. Si compro alguna cosa que me gusta también el resto es partícipe.

Nuestras vidas parecen ser un reality. Cada acción va acompañada de una foto o de una transmisión en directo. Ahora me pongo algo que me gusta, foto, como algo que me gusta, foto, veo algo que me gusta, foto, veo algo que no me gusta, foto, cualquier cosa que me pase, foto. Como si a todos mis contactos realmente les interesara mi minuto a minuto, los he transformado en esclavos de mis estados de ánimo y de mi vida en general.

Pero los cambios no mueren en la sensación nueva de ser un personaje famosx, también nos hemos creído que sabemos todx. 

Creemos que estamos informadxs y en verdad lo que reina es la desinformación. Creemos saber las problemáticas del mundo, pero no vemos a quien tenemos sentadx al lado, ni a la gente que pasa a nuestro lado, ver a la gente que vive en la calle parece ser más atractivo por pantalla, o por lo menos más desapegado.

Hemos incorporado al celular a nuestro cuerpo, y también hemos asumido que los demás también han aceptado que es parte del cuerpo humano, por lo que cuando alguien viene a pedir algo, ya no es necesario enfrentar la realidad de quien no tiene nada, el que no tiene nada entiende perfectamente que estás absorto en el mundo digital en tus manos y no podés prestarle atención.

Pero lo importante es que te has informado de todo, te has tomado horas y horas de lectura.

Qué tipo de lectura?

Se me ocurre ver a las redes con sus noticias falsas y verdaderas como conjunto, donde éstas y la vida real no se vean como dos conjuntos separados, habría una intersección de la vida real con la digital, donde ambas coinciden. En cambio vería el problema si pienso en una relación de inclusión. Donde el fenómeno de que lo falso se transforme en real para un grupo de personas provenga de esa relación de inclusión.

Ver una relación de inclusión podría relacionarse tal vez a considerar a las redes como una buena fuente de conocimiento de la realidad y del conocimiento en general y en particular, que puede llegar a serlo, pero no en sí misma, sino dependiendo de cómo se la utilice.

Antes de la llegada del buscador instantáneo,  si querías saber de algo tenías que ir a buscar un libro o notas de autores que considerabas pertinentes para ahondar en un tema. Ahora el acceso a la respuesta se produce en ¿segundos?, ¿minutos?

Parece haber una falsa sensación de que todxs podemos saber de todx. Desconozco qué ha disparado ese sentir, y cómo esta falsa idea de conocimiento ha causado la muerte de la pobre duda.

Así podemos discutir con cualquiera, incluso con quien ha estudiado años sobre un tema y refutarle con la teoría que hemos adoptado por una elección vaya a saber basada en qué.

Tal vez para poner los pies en la tierra un poco ayudaría hacer el ejercicio de pensar si se es capaz de enfrentar una discusión cara a cara de la misma manera que por una red social, por ejemplo, donde no hay tiempo de buscar en internet cualquier respuesta que no sepamos.

Sin buscadores en una discusión cara a cara había que saber algo previamente, ahora el mecanismo es al revés, no se sabe un tema, se busca, se leé un párrafo que se encontró y ya algo se sabe, entonces se opina. Sin esas herramientas, quedar sin palabras en una discusión por un tema implicaba,  primero aceptar que había algo que se desconocía y sobre todo quedar expuestx ante la o las personas con las que se charlaba. Como segundo paso, buscar material para informarse, luego informarse, pensar y luego tener una conclusión al respecto, y sobre todo, recordarlo a la hora del intercambio. Claro, cuando volvías a hablar del tema podías hablar y expresar lo que pensabas con una base al menos. Ahora no hay tiempo para ese proceso, buscás, es muy rápido, leés lo que encontraste y opinás. No pensaste, largaste esa ensalada que te quedó de lo que leíste. Así con todos los temas, sabiendo un párrafo de todo, con suerte.

La opinión entonces parece dejar de ser producto de un razonamiento en base al conocimiento de determinada información y de la reflexión, -lo que no garantizaba claro una conclusión magistral, pero que llevaba un trabajo, un tiempo de maduración- para convertirse en una conclusión rápida y con ínfulas de saber superior.

Es que la tecnología en gran medida se ha ocupado de acortar los tiempos de los procesos, e inevitablemente le ha tocado al conocimiento.

El “yo creo” se ha convertido en la verdad absoluta. Tantas verdades absolutas como personas. Estamos ante una transmisión caótico de conocimiento? Si es que se permite llamarlo de esa forma.

Qué es lo que me lleva a pensar que puedo discutirle de igual a igual a alguien que tiene un saber específico?

No es que antes no existieran aquellos que opinaban de cualquier cosa sin saber, claro que existían – me voy a incluir -, claro que existíamos, pero ahora adquirimos protagonismo, y en vez de ser legitimados por argumentos estamos legitimados por la cantidad de “me gusta”. Claramente esto no es indicativo de que nos asista la razón, pero ayuda a creerlo. Antes por ahí no nos prestaba atención ni un familiar, y ahora tenemos reconocimiento de personas del planeta.

Puedo decirle lo que pienso a cualquiera, hasta a quienes presiden países, y  si no me contestan, igual hay gente que se enterará de lo que pienso en quién sabe cuántos lugares del mundo.

Muy fuerte.

En el documental hay una parte en donde se habla de una realidad que me alarmó además de todo lo que ya me había alarmado, y en la que nunca había pensado, o si alguna vez pensé no fue en relación a los peligros de la manipulación, y es que no falta mucho para que no exista una generación que recuerde cómo era la vida antes de las redes, y esto se relaciona también con otra cosa que se dijo allí, ¿cómo salir de la matrix si no sabés que estás en ella?

Tan complejo es el tema y lamentablemente no se me ocurre nada más que apelar a la búsqueda del equilibrio para quienes recordamos algo de la vida pasada, y a las leyes para el orden de este caos.

Ese equilibrio lo imagino buscando tal vez recrear un poco de esa vida anterior, cuando el celular no era una falange más. Trato de recordar qué hacía ni bien me levantaba cuando no había nada que mirar ahí, de qué hablaba en las reuniones familiares, con amigxs. En qué pasaba horas pensando sin interrupciones. Pero para la generación que no tiene recuerdos, no tengo imaginación.  

En cuanto al estrellato, quién no ha querido destacarse en algo? La realidad nos golpea fuerte cuando descubrimos que no todos podemos destacar en lo que quisiéramos, y que siempre hay alguien más inteligente y que hace las cosas mejor, asumamos esa realidad.

También podríamos tratar de recordar lo que era dudar, y en este sentido voy a tomar la posta y a empezar a dudar de todo lo que escribí hasta esta oración, y miraré las notificaciones que bastante abandonadas las he tenido hasta ahora.

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